Monday, July 21, 2008

Sexuälmanisfesto




El sexo como un bálsamo que cura una herida…

El sexo como la última y más violenta compulsión…

El placer es un arma de dos filos…

Uno de ellos te saca los ojos

El otro filo, irónicamente, los refleja.

Filos de necesidad y de conciencia!





El ir y venir de mis emociones…

Su fluir y refluir de y desde mi sexo…

Es él quien les da origen y también les da destino…

Pues es a su propio origen que todo está destinado a volver…

El odio, la apatía, la verde tristeza…

La confianza, el respeto y todo tipo de amor…

Benditas sean todas mis emociones!

Porque mi sexo son todas ellas...

Porque mi sexo son todas ellas!




Todos tenemos una aproximación diferente hacia el sexo…

Todos tenemos una forma única de coger…

Jadear, tocar, oler...

Sentir, permitir, ocultar...

Hablar, reprimir, gritar...

Penetrar, mamar, COGER...

Cada quien en la cama hace lo que hace a su único e irrepetible modo.

Coger es un iris, una huella digital...

Una huella digital!






Y esta forma única e irrepetible de coger es también una única e irrepetible perspectiva…

Y por ser perspectiva es muy valiosa…

Es valiosa por ser esta la parte más salvaje en la personalidad de un individuo a la que su mente consciente tiene acceso…

Su ser sexual...

Su conducta sexual...

Es la frontera entre todo lo que conocemos y las profundas fuerzas del inconsciente que secretamente dirigen nuestras vidas...

Es la frontera hacia un mundo nuestro que no conocemos, que es cálido y profundo, pero también obscuro y sobre todo, aterrador.

Yo anhelo que mi sexo salga de su ciego costal…

Como desearía "yo" salir...



Y abrir los ojos...




QUIERO ABRIR LOS OJOS!



Yo sueño con estar borracho de fuego!!!

Negación, pudor y mentira…

Aceptación, seguridad y energía…

… y todos los demás matices en mi alma!

Yo soy mi sexo!


Feuertrunken!

Wednesday, July 09, 2008

Carta al loco de amor,




At the end, it is simple, “The feeling”, I mean; this very feeling I am having, it is simple, and it may actually kind of stink a really big deal, but it is not a complex one this time, it is, at the end, very damn simple!

I have to say, I feel grateful for that…

“The feeling” caught me quite unaware this time, it passed by, as usual, in the shape of a hungry hurricane. A deep-dark skinned, voracious hurricane with the most beautiful tender eyes… a devastating drag of the freshest of airs… blowing away my masks.

All the structures of my fears, all the gardens of my so many facades; shattered now, devastated. I feel exposed, belly up, flipped up and kicking like a tiny helpless beetle, soft-side-up. All the quiet and stillness which I so conscientiously, religiously cultivate in my inner gardens… which I have so conscientiously and religiously been shaping up and watering, for quite a few long and lonely years now… all of that is darkness to me now, and in this darkness I have dwelled, and in it I do still dwell, but it all just doesn´t appear solid, or tangible, or real to me anymore.
I have been living in darkness, I´ve come to know the depths, and until now, it has been good, but the time has come for the wheel to spin and deep inside I am begining to feel the need to gravitate out of the darkness and into the silly, cold, light... I hear the calling of the real coming from the other side from where I stand… I have heard it for a while now, I have longed and craved for it for some time and you, oh, you, the way I see it, have been some sort of guide, for I know where you dwell, I do, you belong in the light, you have accepted it, you are now part of it, just as much as I am not… not a tad less, not a tad more. That’s exactly what you have to give, and that’s exactly what I have to give: a very bizarre form of balance, but a balance nonetheless…
... and balance I appreciate a lot, but I have this almost tragic feeling that you do not… this is, yet, another kind of balance in itself, but not to my favor I´m afraid… not this time… and it is ok, such is life.

The truth is, I am not sure, I am not sure of what you feel and I am not sure of anything, but I am sure of this: you got my blood pumping… you´ve made me feel, you´ve made me hurt, you´ve made me breath fresh, real air and you wouldn´t know, but believe me, it´s been long since I didn´t, and I thank you for that, and I touch your feet, for you are a teacher to me, and a friend, right here, right now.

Whatever may come, I thank you

Yours,

Feuertrunken!


Tuesday, July 08, 2008

Xochiquetzal en el Tamoanchán

XOCHIQUETZALLI


Xochiquetzal estaba casada con Tlaloc y su vida era muy placentera entre enanos y contrahechos que le servían en todo y la mantenían feliz. Pasaba su vida hilando (es la patrona de las costureras) y cuidando del jardín sagrado, lleno de mariposas, árboles frutales y duendes-tlaloques que servían incondicionalmente a los dioses, quienes no concían ni la muerte, ni el sufrimiento, viviendo ente ríos y lagos en el paraíso en el que reina Tlaloc, el paraíso "del agua y la niebla", cuyo nombre es Tamoanchán.

Xochiquetzal tenía a su cargo un jardín que se le había encomendado cuidar y en el jardín se encontraba el Xochicuahuitl, o árbol florido, del cual Xochiquetzal tenía prohibido cortar flor alguna. Sin embargo, un día lo hizo bajo la influencia de un personaje muy interesante de nombre Pilzintecuhtli, el obscuro y encantador dios, que al igual que los huastecos, no usaba ropa alguna en la parte baja de su cuerpo y, por lo mismo, iba por ahí con el miembro de fuera, y fue precísamente la visión de su formidable miembro lo que sedujo a la virginal diosa y la hizo pecar, pecar por primera vez: "cortar la flor" (expresión que en el lingo mexicah es frecuentemente usada como metáfora de una mujer perdiendo la virginidad ).




La flor fue cortada, el árbol se partió en dos y la desobediencia de Xochiquetzal, trajo dos consecuencias consigo: la primera, quedó preñada y dió a luz al que llamarían Cintéotl, el niño amado, cuyo nombre signifiica, literalmente, diós del maíz, y según los mayas, toda la raza humana sería posteriormente hecha de su carne, por lo que también puede entendérsele como diós de la humanidad. La segunda consequencia de la transgresión de Xochiquetzalli fue el ser desterrada para siempre de Tamoanchán y expulsada hacia la brutal tierra, regida por sus rígidas leyes y sus ciclos.

TLAZOLTÉOTL




En la tierra, Xochiquetzalli conoció el dolor y el sufrimiento y, eventualmente, también conoció la muerte.

Xochiquetzal vivió el resto de su vida terrestre llorando por el paraíso que perdió y decían los antiguos, que a veces por las noches, si uno abría lo suficiente sus orejas, aún se podía escuchar su llanto (Llorona) y que si uno abría lo suficiente su corazón, de igual manera podía uno sentir su dolor, el dolor de la que se atrevió a transgredir y cuya transgresión resultó en nuestro eventual nacimiento y quien en su nueva calidad terrestre, también fuera llamada con cariño, "Toci" (de "To"- nuestra y "Cihtli"- abuela", lo que convierte, lógicamente, a su hijo Cintéotl-maiz, en nuestro padre). En su forma terrestre, Xochiquetzal fue llamada de muchísimas otras formas, muchas de estas formas se relacionaban con horribles monstruos telúricos, como Tlaltecuhtli, Itzpapalotl o el mismísimo caimán-pejelagarto elemental, el cipactli; otras advocaciones terrestres la ligan a hermosas vírgenes del maíz (Xilonen, chicome cohuatl) o a dioses-conejos borrachos y drogados (Meyáhuel), pero sin duda, la advocación telúrica más importante de Xochiquetzal era la que los mexicah llamaron Tlazoltéotl (Ella, la que devora la suciedad), siendo una diosa de confesión y perdón, siendo para ellos una madre, más alla de una madre, una abuela amorosa e indulgente, la madre de los dioses (Teteo Inan) que se comía los pecados de los hombres en confesión, como la tierra que se come los residuos de los que viven y los que mueren y los vuelca en vida. Tlazoltéotl es literalmente la madre tierra, y probablemente la diosa más importante en el panteón mexicah, regente absoluta del día Jaguar (Ocelotl) en el calendario sagrado. El Jaguar está relacionado con la tierra en su calidad nocturna, pues las manchas de su piel semejan el cielo estrellado. El jaguar es el lado obscuro de el elemento tierra: su capacidad de transmutación. La diosa Tlazoltéotl sigue aún siendo adorada en México, pero con una visión muy distinta a la visión mexicah, en mi muy particular opinión, con una visión estéril.

La leyenda de Xochiquetzal, de probable origen Tolteca, es muy vieja, mucho más que los Mexicah mismos y es la leyenda-prototipo que dió pié a muchas otras leyendas usadas por civilizaciones posteriores.


Toda leyenda mesoamericana, parece tener diferentes "dimensiones" en la que puede ser leída. Una interpretación del Tamoanchán propone que éste no es más un simil de nuestra vida intra-uterina, el paraiso del agua y la niebla... el paraíso perdido.

El calendario ritual mesoamericano (el tzolkin para los mayas, popularizado, corregido, aumentado y brutalmente occidentalizado por José Argüeyes) tiene 260 días de duración (20 meses de 13 días), lo que es equivalente a nueve meses occidentales, que es la duración del periodo de gestación de un ser humano... este calendario no era usado por la gente común y corriente, ni con propósitos agrícolas (para eso se tenía el de 360 días: para las cosechas y las fiestas). El calendario de nueve meses era usado por los sabios y parteras, era el calendario que le daba nombre a la gente cuando nacía y determinaba el rol social que estas tendrían, basado en la posición del sol, de la luna, venus y de las pléyades en el cielo al momento de que un individuo llegaba al mundo. Los nahuas conocían este calendario como tonalpohualli, lo heredaron de los toltecas, y en todo mesoamérica, desde el principio de la civilización, este mismo calendario ritual se ha usado para comprender el intricado lenguaje que habla el cielo y consecuentemente prevenir y entender sus consecuencias en la tierra. Este calendario es el mayor logro cultural de las civilizaciones antiguas en México, y es una herramienta científica para comunicarse con el cielo, ese cielo perdido de niebla y agua, el vientre materno, el tamoanchán.

"Nació Cintéotl en Tamoanchán
Dónde se yerguen las flores, flor!

Nació Cientéotl en región de lluvia y niebla
Donde son hechos los hijos de los hombres
El lugar en donde hay peses color esmeralda... "

Códice Matritense folios 279v.-280r.

En este cantar prehispánico que se entonaba tras un largo ayuno en la fiesta de los tamales de agua "Atamalcualliztli", que se celebraba el primer mes del año, llamado Ochpaniztli y se celebraba cada ocho años y como puede verse la celebración refiere al Tamoanchán, el lugar de la niebla y el agua, "dónde son hechos los hijos de los hombres". Las celebraciones y los ritos ejecutados en Atamalcualliztli eran básicamente una versión más solemne y festiva de aquellos celebrados anualmente durante el mes de Ochpaniztli, pero el tema en ambas celebraciones, en todo caso, era el mismo: el Tamoanchán.

Otra forma de ver esta leyenda, tiene que ver con una visión más geográfica del paradisiaco Tamoanchán. El concepto de Tamoanchán para los nahuas se relaciona muy directamente con leyendas y mitos que durante todas las diferentes eras del México prehispánico recorrieron la región... mitos que hablaban de un imperio antiguo, sabio y poderoso, un imperio antiguo y gloriosísimo cuya cultura, arte y ciencia, marcaron la historia de méxico para siempre, del que conservamos evidencias, pero del que no sabemos realmente nada y del que aún en tiempos muy antiguos ya nadie sabía nada. La misteriosa civilización que inventó el calendario mismo, un imperio antigüísimo, anteriór a los poderosos toltecas, anterior a los sabios mayas y a los misteriosos zapotecos..., Los padres de Tlaloc y de la serpiente emplumada los que iniciaron todo, los que marcaron la diferencia entre el animal y el hombre, una de las seis civilizaciones "raíz" del planeta mismo, los Olmecas.

Los Olmecas vivían entre agua, en el actual estado mexicano de Tabasco, su capital, hoy llamada "la venta" (llamada así por no haber referencia alguna de como pudiera haberse llamado originalmente) estaba ubicada a unos cuantos kilómetros de la capital del estado, la actual ciudad de Villahermosa, este puede muy bien ser el Tamoanchán geográfico.




Situada en una isla rodeada de dos enormes ríos que la inundaban constantemente, en un sopor selvático, de brutal calor, agua y por lo tanto, frecuente niebla y abundantes lluvias. Y a pesar de las frecuentes inundaciones, era un verdadero paraíso, en donde todo crecía, lo que fuera, en la cantidad que fuera y los 365 días del año, como hasta la fecha (Y hasta la fecha se inunda)... es muy cagado que haya en méxico una canción popular que diga: "... Tabasco es un eden", probablemente lo era también para los antiguos mexicanos, Tabasco, el origen de la cultura en mesoamérica, el paraíso del agua, el calor y la fertilidad... el paraíso en donde fue posible que naciera la civilización, la humanidad (Cintéotl).

El Tamoanchan, en su calidad de origen de la civilización, es una de los seis puntos en el planeta en dónde se dió una "civilización originaria", es decir, no influenciada por ninguna otra civilización en el mundo, una verdadera flor de la tierra. Todas las miles de culturas y civilizaciones que han florecido y decaido en la tierra entera derivan de tan sólo seis civilizaciones raíz, esparcidas por todo el planeta: en la media luna fértil, en el valle del Indo, en el valle del río Amarillo, en la región del Lago Titikaka, en la cuenca del Nilo, y por supuesto, en el Tamoanchán, medio sumergido entre los interminables y caluros pantanos del Golfo de México, que calientes, húmedos y fértiles, sirvieron de amable útero para un imperio, cuyo arte, religión, ciencia y, por encima de todo, cuya cosmovisión ha marcado y aún marca el camino, la forma y el destino de mesoamérica.

Otra forma de ver el mito de Tamoanchán, tiene quen ver con el otro calendario, el secular, el de 365 días, que era usado por todos y se dividía en 18 meses de veinte días, llamados lunas o "Meztli" y un mes especial entre el último y el primer mes de cada año, que consistía de tan sólo cinco días llamados "nemontemi" en los que la gente evitaba salir de sus casas por ser estos días nefastos para cualquier actividad. En cada Meztli se celebraban fiestas correspondientes a la estación del año en que la veintena caía. A grandes razgos, puede decirse que el año se dividía en dos grandes estaciones: la estación lluviosa y la seca. En México cada una de estas estaciones tiene una duración de aprox seis meses occidentales. La estación lluviosa estaba íntimamente relacionada con la mujer, el sur, la tierra, el calor y la obscuridad; mientras que a la estación seca se asociaba con lo masculino, el norte, el cielo, el frío y la luz. Según Michael Graulich, la veintena que daba inicio al año era Ochpaniztli, la fiesta del barrido, en que la gente barría sus casas, patios y caminos (en especial los cruceros), se celebraba en plena primavera justo al inicio de las primeras lluvias del año.

En Ochpaniztli se celebraba la transgreción de Xochiquetzalli en Tamoanchán, y su consecuencia, el nacimiento de Cintéotl. Al mismo tiempo, se ofrecían rituales a algunas otras diosas que aparecen de alguna forma, relacionadas con Xochiquetzalli, quien además de ser la diosa del amor, del sexo, el placer y del orgasmo femenino, también se le relaciona muy directamente con la luna, más en particular, con la luna llena. Xochiquetzal es la mujer en su plenitud, una flor abierta, una mujer de 26 años (el número sagrado, 13, muliplicado por dos). Xochiquetzalli es la diosa patrona (en el calendario ritual de 260 días) del día llamado Xóchitl, flor, el día número veinte, el primero y el último.

La númerología pre hispánica en América es terriblemente compleja y a la vez terriblemente simple, se basa en un sistema vigesimal cuya cuenta inicia con un cero, representado por los Mayas como una concha marina abierta. El número cero y el número veinte, son expresados con el mismo símbolo. Este número, el "cero-veinte" es ambas cosas, el inicio y final de un cíclo y lo es al mismo tiempo. Xochiquetzal no es una suerte de "Venus" mesoamericana, ella es tal vez, más cercana a la idea de "Hera"; ella representa el sexo y la belleza, el orgasmo mismo, la gran exploción que destruye y que genera (cero-veinte), la flor que extiende cuanto puede sus pétalos hacia el cielo, el éxtasis y el orgasmo; la mujer en su momento más fértil, la luna llena.

De la misma forma en que la mayoría de las leyendas mesoamericanas pueden entenderse en varios niveles, los dioses en la mesoamérica antigua eran frecuentemente conocidos con diferentes nombres cuando se les relacionaba con la tierra, el cielo o el inframundo (los tres niveles de la existencia en la cosmovisión antigua), es decir un diós o diosa, tiene equivalentes telúricos o celestiales y en ocasiones infernales.

Un ejemplo Claro de una historia paralela a la caída de Xochiquetzal es la de aquella a quien los aztecas llamaban "la de los coyoles (Cascabeles) en la cara", la Coyolxauhqui, quien era la mayor de 401 hermanos (relacionados con las estrellas, los Hutzinahua, como hermanos menores de la luna llena y con los huastecos), y eran conocidos como "los conejos". Los conejos eran opulentes, sedentarios y se la pasaban felizmente borrachos y fornicando en lugar de adorar a los dioses. Ella era la hermana mayor de todos los conejos (la gran adúltera, la gran pecadora y transgresora).

COHUATLICUE

La madre de la Coyolxauhqui y de todos sus hermanos-conejos se llamaba Cohuatlicue (Ella,la de la falda de serpientes), y un día, de buenas a primeras, la Coyolxauhqui, al enterarse de que su madre estaba misteriosamente embarazada, intentó matarla por creerla una golfa, ya que nadie sabía quien podría posiblemente ser el padre, y aunque Cohuatlicue no era una santa (nadie con 401 hijos lo es), en el caso particular de este embarazo de Cohuatlicue, tras el que daría a luz a Huitzilopochtli, no se trataba de un embarazo consecuencia de un acto de golfería, de hecho, no fue consecuencia de ningún tipo de acto sexual, sino de una maraña de plumas de paloma (Huílotl) que cayó del cielo mientras ella barría, y que ella guardó en su seno. Poco después, ella buscó la bola de plumas y para su sorpresa vió que había desaparecido. Luego de eso, ella estaba milagrosamente preñada.

Cuando Coyolxauhqui va a matar a su madre Cohuatlicue por golfa (junto con sus otros cuatrocientos conejos-hijos a quienes Coyolxauhqui les había calentado la cabeza), todos se encontraban en la cumbre del cerro llamado Coatépetl y ahí, en ese mismo momento nació Hutzilopochtli, que defendiendo a su madre luchó feróz contra los conejos y lanzó una enorme serpiente de jade encendida en llamas (La Xiuhcohúatl) contra su hermana, quien fue hecha pedazos al ser golpeada y estos pedazos fueron a rodar cerro abajo, hasta la base del Coatépetl. Los conejos fueron masacrados y los que huyeron, fueron cazados e igualmente muertos en su inmensa mayoría. El templo mayor azteca representaba precísamente esta escena, la estatua de Coyolxauhqui hecha pedazos en la base de la pirámide y la de huitzilopochtli victorioso en la cima. El templo mayor mismo es una representación del Cohuatepetl en una de sus dos crestas (la derecha, visto de frente) y del Tlalocan-tamoanchán en la otra, representando ambas leyendas, la Tolteca y la Mexica, es decir, los dueños originarios de la tierra y los advenedizos, los sabios y los chichimecas (salvajes), la gentil agua y el voraz fuego (El escudo Mexicah era el alt tlachinolli, que significa "agua y cosa quemada"... eso era Tenochtitlán, el resultado del matrimonio entre los sabios y refinados Toltecas y los salvajes Chichimecas, con sus sacrificios multitudinarios. Tenochtitlan, fundada por aztecas por muchos años acentados y aculturados en Tula (La capital Tolteca) y aliados después con reinos toltecas como el de Colhuacán y Tetzcoco.

La leyenda de Coyolxauhqui y Cohuatlicue habla también de la caída de la transgresora, es un símil de la leyenda de Tamoanchán, leyenda que los aztecas apreciaban, pero que no era de ellos. Ellos la habían heredado del gran imperio Tolteca, que para el tiempo del gran glamour azteca, ya había desaparecido; y a su vez, este mito de Coyolxauhqui, es un refrito de otro antiguo mito tolteca que habla del nacimiento de Quetzalcohuatl, la serpiente emplumada, quien cientos de años después, los advenedizos mexicas tendrían a bien sustituir por Huitzilopochtli.

MEYAHUEL

Otra leyenda con los elementos del Tamoanchán es la leyenda de la doncella Meyahuel.

Cuando los dioses terminaron de crear el mundo, se dispuso, al principio de la actual era, en lo que hoy es Teotihuacán, una gran asamblea de todos los dioses. En ella se crearon la luna y el sol, que darían sustento a la nueva humanidad y todos los dioses fueron sacrificados para darle movimiento a este último, quien una vez creado, inmóvil en el cielo, comenzaba a quemar todo en la tierra. Una vez perpetrada la inmolación de los dioses, el sol caminó y los dioses (ahora en otro nivel de existencia) deciden que hay una cosa más que necesitaba la quinta generación de hombres que ocuparían la tierra (nuestra generación), y lo que le hacía falta al hombre era una razón para vivir.

Una vez que se le había dado al hombre un lugar que habitar y un sustento, era precíso también regalarle algo que le brindara consistencia a su existir, darle un sentido. Los dioses pensaron y pensaron pero no llegaban a nada, hasta que al Tezcatlipoca Blanco (es decir, Quetzalcohuatl) en su advocación de Ehecatl, el viento; se le ocurrió una gran idea. Pensó en una mujer joven y muy hermosa que alguna vez había conocido y que vivía en uno de los trece cielos junto con muchas otras doncellas igual de hermosas y gentiles, pero de entre todas, la serpiente emplumada pensó solamente en ella. Así que decidió subir al cielo para poder traérsela a la humanidad como fuente de inspiración celestial. El problema principal, era que esta doncella, de nombre Meyahuel, vivía celosamente protegida por su abuela, una vieja horrible y de mal genio. Una bruja muy poderosa llamada Tzitzímitl, cuyo nombre significa literalmente, la horrorosa.

La vieja Tzitzímitl era la líder de un grupo de demonios llamados tzitzimime, quienes la obedecían incondicionalmente y la ayudaban a cuidar a sus demás nietas-doncellas.

Llegó Ehecatl-Quetzalcohúatl por la noche al lugar en que las muchachas dormían, y silencioso y discreto, como el viento que era, se acerco a aquella de nombre Meyáhuel, y le habó al oido, le explicó el motivo de su ascenso al cielo y le hizo ver sus razones, le contó del gran vacío en el corazón de los hombres. Meyahuél, conmovida, accedió a bajar con él y junto a la raza humana al tlalticpac, a la tierra. Y así, silenciosamente, sin despertar a la vieja Titzímitl, comenzaron el camino de regreso.

Cuando llegaron a la tierra, justo en el momento en que las plantas de sus pies tocaron el suelo, se fundieron en un abrazo (¿un abrazo sexual?) y juntos se transformaron en un solo árbol robusto y alto. La mitad de ese árbol, la mitad derecha, era el sauce precioso y era la mitad de Ehécatl; y a la otra mitad, la de Meyáhuel, se le conoció como el árbol florido (igual que el árbol que se rompió en tamoanchán).

En algún momento mientras los prófugos amantes descendían a la tierra, la vieja Tzitzímitl despertó y al ver que Meyahuel no estaba, se puso fúrica y mandó a sus demonios Tzitzimime (cosas espantosas); que eran como zombies, de carne podrida, terregosos, de ropa muy raída y cabellos enmarañados; a buscarla a la tierra. Cuando los tzitzimime bajaron, pasaron de largo el gran árbol y no lo notaron, pero cuando la vieja bajó, después de ellos, lo miró e inmediatamente reconoció a Meyáhuel en la mitad izquierda del árbol. Ordenó a sus demonios destrozar el árbol florido y dejar al sauce precioso intacto y así lo hicieron los Tzitzimime, destrozaron a Meyáhuel, la masticaron y regaron sus pedazos por ahí.

Cuando se fueron, la serpiente emplumada volvió a su forma original y lloró por Meyáhuel. Se dió a la tediosa labor de ir por el mundo recogiendo cada uno de sus pedazos de su amada y les dio sepultura en las milpas de los hombres y para sorpresa de hombres y dioses, de sus restos nació una extraña planta, una planta de muchas aspas triangulares dispuestas en círculo, unas sobre otras y que al cortarla da un líquido dulce, que al ser fermentado, se vuelve mágico y le da una perspectiva a la humanidad. Nació el maguey y con él el pulque (bebida relacionada con la luna llena por su color blanco, muy puro), nació lo que le daría sentido a la vida del hombre, NACIÓ EL ESTADO DE CONCIENCIA ALTERADA.




Renació Meyáhuel con cuatrocientos pechos (las muchas pencas de un maguey adulto) para alimentar a sus cuatrocientos hermanos, los dioses del pulque; los cuatrocientos conejos borrachos y fornicadores que se amamantan de pulque que sale de los cuatrocientos pechos de su hermana.




Meyahuel en su nueva calidad de Maguey, cobra un nuevo e interesante significado en la mitología azteca, el maguey se vuelve una especie de luna llena terrestre, Meyahuel es vista como la Xochiquetzalli de la tierra y los conejos tienen su equivalente en las estrellas huitzinahua, hermanos de la Coyolxauhqui, o los enanos tlaloques sirvientes de Xochiquetzal en el paraíso.






Xoxhipilli




Meyáhuel tiene un hermano gemelo, su hermano más cercano y contraparte masculina, quien es probablemente el conejo más importante, Xochipilli, que es, literalmente, el príncipe de las flores o el niño florido, pilli significa ambas cosas, noble (príncipe) y niño. Xochipilli es el diós del placer por excelencia, del juego, de lo lúdico.

Xochipilli era un diós muy importante en el panteón nahua prehispánico, era el patrón de los Xochimilcas, quienes aún hasta estos días lo veneran en su advocación más reciente que es la del “niñopá”. En épocas antiguas, los xochimilcas y aztecas erigieron templos muy bonitos para él, aún se conserva una parte de uno construido por los Xochimilcas mismos en el estado de morelos, en la cima del cerro del Tepozteco, en el pueblo de Tepoztlán.

Uno de los elementos más interesantes de Xochipilli es la relación que parece sostener con las plantas alucinógenas. Muchos de los tatuajes que aparecen en el cuerpo de este diós (piernas y costados) representan plantas psicoactivas que crecen en México: floripondio, peyote y probablemente semillas de Ololiuhqui.

Meyahuel y Xochipilli, los gemelos alcohol-drogas, eran concebidos por los antiguos como un hermoso regalo dado al hombre por los dioses y pensaban que ayudaban a llenar un vacío que en el corazón del hombre existía. La leyenda de Meyahuel mira la transgresión de una forma más amable que las otras dos leyendas, de hecho, la sacraliza, hace de ella algo hermoso y celebrable y ciertamente hay una severa consecuencia por transgredir, si, seguro que la hay, pero una realidad alterada… la posiblididad en este mundo de una mirada distinta a la ordinaria, la oportunidad de una nueva perspectiva, en mi opinión, es a final de cuentas un muy buen regalo… chido por eso, Ehécatl.

Una última cosa que mencionar sobre Xochipilli y Meyáhuel es la relación que estos importantes dioses tienen con el calendario nahua. Xochipilli es el rector del décimo día, el día Ozomatli o día chango. El animal más lúdico de todos y el más similar al hombre, la criatura mágica, y es en chango que uno se convierte cuando uno se come unos peyotes, o unos floripondios o unos ololiuhquis o cualquier otra cosa tatuada en el cuerpo de Xochipilli.



Xochipilli es el chango, es el niño, el lúdico, una criatura mágica. Es un animal, pero un animal conciente que se regocija con la vida misma.
Meyahuel por su parte, es la patrona del día conejo… y en su calidad de hermana mayor de tanta conejiza, creo que estaría un poco de más el abundar en porqué... el conejo en la luna, la luna llena en la tierra, la dulce embriaguez. El día tochtli o conejo, es el número ocho en el calendario.





Hay Muchas, muchísimas otras historias en el México antiguo que con otras palabras, símiles y personajes, hablan sobre la luna llena, su muy fértil acto de transgresión y su caída. Incluso las historias de Meyahuel, Xochiquetzal y Coyolxauhqui tienen frecuentemente muchas otras variantes en tiempo, espacio, personajes y forma; pero todas tienen en común el hecho de que la luna llena cae del cielo a la tierra y se rompe en pedazos y la caida es causada por una transgresión... pero más allá de todo, hay un resultado, hay un producto que se genera de todo eso y que parece hacer que todo valga la pena; transgresión, penitencia, llanto, todo. En todas las historias de la luna llena hay un producto precioso. Cintéotl, Huitzilopochtli, el pulque, etc...

Tres elementos siempre en común: uno de ellos, delicado y noble (femenino); otro, una necesaria ruptura (algo partido en DOS o en MUCHOS); y, en consecuencia, un producto precioso, aventurero y siempre transgresor en si mismo (masculino).

En Ochpaniztli, la fiesta del barrido, se celebraba todo lo relacionado con la mujer, en plena primavera, al inicio de la mitad lluviosa del año y se celebraba entonces, por que los antiguos relacionaban al elemento agua con lo femenino. La celebración contraparte de Ochpaniztli ocurría seis meses después, al inicio de la segunda mitad del año, la mitad seca. El nombre de la fiesta era Tlacaxipehualiztli y en ella se celebraba todo lo relacionado con el género masculino y el fuego. Ambas fuerzas, masculina y femenina, agua y fuego eran los dos grandes pilares del año, su inicio y su final, y en general de toda la cosmovisión prehispánica en México. Ambas fuerzas son los componentes que forman al diós máximo entre los antiguos nahuas , a Ometéotl (Ome, dos y Téotl, divinidad, literalmente, el diós-dos), quien es visto cómo un sólo ser y que vive absolutamente solo en el más alto de los cielos. Ometéotl es el diós creador, el que vive solo, del que, según Nezahualcóyotl, "nadie puede ser amigo"; el diós único del que todos los demás resultan siendo representaciones de uno u otro de sus dos lados, al que nadie jamás le construyó un sólo santuario, por ser la tierra misma ya un santuario para él. Agua-resequedad, ochpaniztli-tlacaxipehualiztli representaban en su conjunto una suerte de yin-yang que constituía en si una sola unidad "Atl-tachinolli", que litaralmente significa "agua", Atl y "cosa quemada", Tlachinolli (del verbo "tlatla", quemar).

Feuertrunken!